Cuando te dan un diagnóstico poco alentador, cuando tras el diagnóstico inicial resulta que surgen dudas sobre si finalmente es cierto o no, cuando pierdes un embarazo, te programan una operación que nunca llegó por ser demasiado joven y finalmente, no sin miedo, logras quedarte embarazada y tienes a tu hijo no te olvidas nunca de donde vienes, ni de lo que viviste. No se olvida. Aunque lo parezca.
Hace ya tiempo, Esther, me comentaba que mis entradas de madre comparadas con las de no-madre eran muy distintas y es cierto. Ella me inspiró escribir esta entrada que dejé guardada hace tiempo. Claro, mis entradas son más alegres, tiene otra perspectiva desde que soy madre. Hablo de mi hijo, de sus avances, de novedades, de nuestra familia de tres en definitiva. Todo lo que rodea a la maternidad es ahora mi campo de trabajo y mi inspiración. Por ello no me olvido de lo vivido.
Antes mis entradas giraban entorno a mis incursiones hospitalarias: pruebas, consultas, pérdidas gestacionales y comentarios desagradables. Sí, el blog ha cambiado mucho, muchísimo.
Soy muy consciente de lo vivido. Empecé con apenas 24 años en todo esto. Hoy, estrenando los 27, debo decir que no solo soy más mayor en el DNI, sino que soy más mayor intelectualmente, más fuerte y más madura. Cuando tienes 24 años y un instinto maternal a flor de piel, que te digan que tienes un problema en el útero te puede hundir o no. Con 24 años una chica cualquiera piensa en salir, en pasarlo bien, viajar y vivir la vida, quizás esto le hubiese dado igual y no repararía en ello hasta llegado el momento, unos cuantos años después. Para mi fue adentrarme en un camino oscuro del que poco o nada sabía. Por que de la infertilidad se sabe (mucho o poco, cada vez más) pero de las malformaciones uterinas nadie te habla, porque es ''raro''. Existe gente que cuenta sin tapujos que tiene problemas de infertilidad, pero lo extraño es encontrar con alguien que te diga que tiene una malformación de útero.
Recuerdo que tras aquella ecografía en busca de algún quiste ovárico el médico me dijo que tenía el útero en forma de corazón y que si quería tener familia debía hacerlo mirar. En cuanto llegué a casa me empapé del conocimiento de internet y salí escaldada. Todo pintaba tan mal...
Decidí dejarlo apartado, no sin olvidarme de ello, hasta que fui a las primeras citas con la ginecóloga y me hicieron las primeras pruebas. Si antes quería ser madre, ese fue el impulso que me quedaba entonces quería serlo más, el tiempo podía jugar en mi contra.
Todavía recuerdo como la ginecóloga me decía que no tenía mayor importancia, que podría ser cesárea, que podría nacer prematuro... A mi todo eso me sentaba como un hachazo. No entiendo como una profesional puede quitarle hierro tan alegremente a un asunto serio. Por supuesto que no quería que me contase historias desagradables, pero tampoco tomarse a la ligera algo que puede ser importante.
Cuando la cosa empezaba a perfilarse un poco, las pruebas se iban sucediendo en el tiempo, encontré un foro de mujeres con útero bicorne, lloré amargamente con cada una de sus historias. La mayoría habían perdido uno o dos embarazos pasado el primer trimestre por culpa de no haber llevado controles periódicos. Ellas tuvieron un acortamiento de cuello, algunas tuvieron cerclaje, otras no y perdieron a sus bebés. Una o dos veces. La mayoría no siguieron sus historias, tan solo se acababa la comunicación, la pista se perdía, me quedé sola a pesar de que nunca había intercambiado media palabra con ellas.
Todo me parecía muy negro. Todo me parecía muy nuevo: cerclajes, pesarios, acortamientos de cuello... ¿Era eso lo que me esperaba? Si lo era quería que me dijeran la verdad.
Cuantas veces habré salido con la lágrima en el ojo de las consultas, cuantas.... Cuantas veces me fui llorando por la calle como una niña. Cuanta impotencia aquel 21 de Noviembre al salir del hospital.
Me puse en lo peor, me mentalicé. Gané la partida, tuve un embarazo fabuloso. Sin síntomas, sin un cerclaje o pesario, sin un acortamiento de cuello (mínimo 33mm), sin problemas de crecimiento para el bebé.
Sí, vale, nació a las 37 semanas, tuve cesárea por otras circunstancias pero fue estupendo todo el embarazo. Visitas mensuales, ecografías morfologicas completas a partir de la semana 20 (una morfo cada mes) y la ecografista impresionada de la reacción de mi cuerpo. Nadie se lo esperaba, yo tampoco.
Ahora vivo la vida
Algunas historias tienen mal final, otros un final feliz o simplemente un final abierto. Quizá solo es cuestión de tiempo o suerte.
Tengo una malformación de útero y soy madre, esa es mi breve historia, es de donde vengo.