martes, 28 de octubre de 2014

No me olvido de donde vengo.

Recuperando esas decenas de entradas que se van quedando en el borrador saco hoy esto. Gracias a Trax por recordarme que estaba aquí.

Cuando te dan un diagnóstico poco alentador, cuando tras el diagnóstico inicial resulta que surgen dudas sobre si finalmente es cierto o no, cuando pierdes un embarazo, te programan una operación que nunca llegó por ser demasiado joven y finalmente, no sin miedo, logras quedarte embarazada y tienes a tu hijo no te olvidas nunca de donde vienes, ni de lo que viviste. No se olvida. Aunque lo parezca.

Hace ya tiempo, Esther, me comentaba que mis entradas de madre comparadas con las de no-madre eran muy distintas y es cierto. Ella me inspiró escribir esta entrada que dejé guardada hace tiempo. Claro, mis entradas son más alegres, tiene otra perspectiva desde que soy madre. Hablo de mi hijo, de sus avances, de novedades, de nuestra familia de tres en definitiva. Todo lo que rodea a la maternidad es ahora mi campo de trabajo y mi inspiración. Por ello no me olvido de lo vivido.
Antes mis entradas giraban entorno a mis incursiones hospitalarias: pruebas, consultas, pérdidas gestacionales y comentarios desagradables. Sí, el blog ha cambiado mucho, muchísimo.

Soy muy consciente de lo vivido. Empecé con apenas 24 años en todo esto. Hoy, estrenando los 27, debo decir que no solo soy más mayor en el DNI, sino que soy más mayor intelectualmente, más fuerte y más madura. Cuando tienes 24 años y un instinto maternal a flor de piel, que te digan que tienes un problema en el útero te puede hundir o no. Con 24 años una chica cualquiera piensa en salir, en pasarlo bien, viajar y vivir la vida, quizás esto le hubiese dado igual y no repararía en ello hasta llegado el momento, unos cuantos años después. Para mi fue adentrarme en un camino oscuro del que poco o nada sabía. Por que de la infertilidad se sabe (mucho o poco, cada vez más) pero de las malformaciones uterinas nadie te habla, porque es ''raro''. Existe gente que cuenta sin tapujos que tiene problemas de infertilidad, pero lo extraño es encontrar con alguien que te diga que tiene una malformación de útero.

Recuerdo que tras aquella ecografía en busca de algún quiste ovárico el médico me dijo que tenía el útero en forma de corazón y que si quería tener familia debía hacerlo mirar. En cuanto llegué a casa me empapé del conocimiento de internet y salí escaldada. Todo pintaba tan mal...

Decidí dejarlo apartado, no sin olvidarme de ello, hasta que fui a las primeras citas con la ginecóloga y me hicieron las primeras pruebas. Si antes quería ser madre, ese fue el impulso que me quedaba entonces quería serlo más, el tiempo podía jugar en mi contra.
Todavía recuerdo como la ginecóloga me decía que no tenía mayor importancia, que podría ser cesárea, que podría nacer prematuro... A mi todo eso me sentaba como un hachazo. No entiendo como una profesional puede quitarle hierro tan alegremente a un asunto serio. Por supuesto que no quería que me contase historias desagradables, pero tampoco tomarse a la ligera algo que puede ser importante.

Cuando la cosa empezaba a perfilarse un poco, las pruebas se iban sucediendo en el tiempo, encontré un foro de mujeres con útero bicorne, lloré amargamente con cada una de sus historias. La mayoría habían perdido uno o dos embarazos pasado el primer trimestre por culpa de no haber llevado controles periódicos. Ellas tuvieron un acortamiento de cuello, algunas tuvieron cerclaje, otras no y perdieron a sus bebés. Una o dos veces. La mayoría no siguieron sus historias, tan solo se acababa la comunicación, la pista se perdía, me quedé sola a pesar de que nunca había intercambiado media palabra con ellas.
Todo me parecía muy negro. Todo me parecía muy nuevo: cerclajes, pesarios, acortamientos de cuello... ¿Era eso lo que me esperaba? Si lo era quería que me dijeran la verdad.

Cuantas veces habré salido con la lágrima en el ojo de las consultas, cuantas.... Cuantas veces me fui llorando por la calle como una niña. Cuanta impotencia aquel 21 de Noviembre al salir del hospital.

Me puse en lo peor, me mentalicé. Gané la partida, tuve un embarazo fabuloso. Sin síntomas, sin un cerclaje o pesario, sin un acortamiento de cuello (mínimo 33mm), sin problemas de crecimiento para el bebé.
Sí, vale, nació a las 37 semanas, tuve cesárea por otras circunstancias pero fue estupendo todo el embarazo. Visitas mensuales, ecografías morfologicas completas a partir de la semana 20 (una morfo cada mes) y la ecografista impresionada de la reacción de mi cuerpo. Nadie se lo esperaba, yo tampoco.

Ahora vivo la vida loca bella con este Pichón que me tiene enamorada. Es mi razón de ser, es la alegría de cada día, es la cura de mis males, es la sonrisa que no tuve cuando lloraba con amargura por mi destino. Es, sin duda, mi recompensa para tan amargo camino. Y no me olvido de donde vengo, lo recuerdo casi cada día, me acuerdo de las que aún estáis en el trance cada día.

Algunas historias tienen mal final, otros un final feliz o simplemente un final abierto. Quizá solo es cuestión de tiempo o suerte.

Tengo una malformación de útero y soy madre, esa es mi breve historia, es de donde vengo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Los 7 trastos de bebé que sí tuve que comprar.

Estas semanas os he ido contando las cosas que no compraría ni tuve que comprar, pero hoy llega el momento de confesar las cosas que sí tuve que acabar comprando por necesidad, por que no todo es jauja en esto de la maternidad.

1. Sacaleches.
Me había negado a comprarlo antes de tiempo, por si finalmente no tuviese que usarlo y debo decir que fue de las mejores inversiones que hice en la vida, sinceramente. Tanto el Harmony como el Swing me han ido divinamente y no puedo estar más feliz con Medela.

2. Pezoneras.
Me negué en un principio, la matrona nos había advertido que en el hospital ''te las vendían'' como muy necesarias, y también nos recomendaron una marca concreta, pero a costa de una bronca volví a confiar en Medela y compré sus pezoneras. Fue lo que acabó salvando nuestra lactancia.

3.Esterilizador de biberones.
Nunca tuve que comprar biberones hasta que congelé la leche y posteriormente dimos biberón de forma exclusiva. Con los que teníamos de muestra mas el que viene en el sacaleches dabamos a basto. El problema de juntarte aunque sea, con un solo biberón, es que hay que esterilizarlo (si se quiere) al menos una vez al día. Como aquí mi compañero y PapáDPichón es un poco especial, quería esterilizarlo tras cada toma, y puesto que llegamos a casa sin trastos innecesarios nos tiramos 15 días hirviendo biberones y tetinas después de cada uso hasta que fuimos a por un esterilizador.
El nuestro es de Saro, y tiene capacidad para dos biberones. Sí, solo dos. Por aquel entonces también era demasiado optimista, y para darle un par de suplementos no necesitaba un aparato que me esterilice 6 a la vez, por no hablar de lo que ocupan. Nos costó 10€ de segunda mano, un chollo, y además no ocupa casi nada de espacio ya que a menos capacidad menos volumen de máquina. Todo ventajas oigan.

Nuestro modelo de esterilizador.

4. Mochila Portabebés.
Cuando Pichón tenía 2 meses me vi en la necesidad de portear. La necesidad ya la había sentido antes, pero por la cesárea el primer mes me lo pasé en horizontal como quien dice, y cargando al peque por casa lo justo, pues siempre estaba durmiendo sobre mi o en su cuna.
Fue cuando a pesar de la lluvia, me animé a salir a la calle y me pareció que el porta bebé era muy necesario para no cargar con el capazo tres pisos arriba /tres abajo y para poder tener manos libres si quería ir a comprar. Mi idea inicial era comprarsela a Mochilas Portabebés pero nuestra economía era un poco limitada, por lo que acabé haciéndome con una de segunda mano super baratísima (menos de la mitad del precio original) que estaba más que decente. La mochila vino desde Madrid, y agradezco inmensamente a la mamá que la quiso vender tan económica, porque gracias a ella yo pude estrechar lazos con mi hijo.

5. Biberones.
Antes os hablaba del esterilizador, y ahora os digo los biberones. En mi casa hay un total de 7 biberones, todos con capacidades que varían entre los 150ml y los 360ml. En casa somos muy fan de la marca Tigex y Nüby para tetinas o biberones, nos han dado un resultado bastante bueno (con algunos peros la marca Nüby).

6. Calientabiberones portatil.
Si cabe, hasta el momento, el gasto más inútil. Lo compramos nuevo en la misma tienda de segunda mano que el esterilizador, sin abrir, completamente a estrenar. Lo usamos una vez y casi desesperamos. En sus indicaciones pone que calienta en pocos minutos, pero es que después de 10 el biberón seguía 'del tiempo'. Es uno de estos calientabiberones que se enchufan en el mechero del coche, y no se utiliza con agua. Quizá fue ahí donde fallamos, en querer algo pequeño y demasiado moderno. Una caca vamos, ahí está, tirado en el fondo de la bolsa.

Nuestro calientabiberones
7. La sombrilla del carro.
Me negaba a comprar una sombrilla al carro. No la necesité mientras Pichón iba en capazo porque la capota era suficiente y las sombrillas me parecen un trastoque solo crea puntos ciegos y aumenta la anchura del carro. Pero cuando llegó el verano y Pichón estrenó silla (la hamaca de la silla, basicamente) me di cuenta que la capota se quedaba corta, demasiado corta para mi gusto. Lo intenté durante mes y medio con gasas, pero es un rollo y el enano acababa jugando con ellas y quitándolas. Finalmente sucumbí, y compré la sombrilla de la marca, pues la universal no nos agarraba.
Debo decir que soy feliz con mi sombrilla, que incluso me ha valido de paraguas en alguna de esas ocasiones en las que el plástico de lluvia se quedó en casa y las cuatro gotas de turno llegaban justo a pocos metros de casa.

Vamos, que por mucho que una diga que no va a comprar ciertas cosas al final siempre surge la necesidad, lo bueno es no adelantarse, no vaya a ser que acabe guardado completamente nuevo, en mi caso como la pasta no me sobra pues ha sido una forma de no malgastar.

¿Qué objetos tuvisteis que acabar comprando vosotras? ¿Fueron realmente necesidad o puro capricho?

lunes, 13 de octubre de 2014

Cortar las uñas del bebé. ¿Tarea imposible?

A veces pienso que, con todo lo que he pasado, me ha sido recompensado con un bebé tremendamente bueno y maravilloso. O puede que yo sea demasiado optimista.

Cuando trabajaba hace años con los más bebés observaba que casi siempre traían uñas de Eduardo Manostijeras. Esas uñas que dejan marca, levantan pieles y , a veces, hacen sangre. Cuando se lo comentabas a la madre la película era siempre la misma: no se deja, es que llora, grita, se las tengo que cortar dormido...
Concretamente corté uñas a un niño, más de una vez, uno de esos niños que no se deja porque se retuerce y me dejó. Para asombro de su madre. ¿Sin rechistar eh?.

Pichón nació con uñazas. Perfectas, largas, impolutas. Nunca vi unas uñas tan bonitas. Tarde casi un mes en cortárselas, como llevaba guantes no se arañaba, en el hospital ya se había pegado dos tajazos, pobre. Reconozco que me vi miedosa, porque al final te meten el miedo en el cuerpo con todos esos alegatos.

La primera vez que se las cortamos costó un poco. Fue a tijera, y si me estáis leyendo las embarazadas ya os digo que paséis de las tijeras que son un coñazo tremendo. Lo mejor un cortauñas infantil, no hay color. Mucho más rápido y menos peligroso, porque aunque tengan punta roma la tijera es tijera y corta igual.
Según ha pasado el tiempo a Pichón le gusta más ese momento. A penas dos veces se ha molestado, en una tenía hambre (estas cosas hay que hacerlas con el bebé de humor) y en otra estaba en esa fase de no querer que le agarrasen el brazo. Aun así, se las cortamos.

¿Tarea imposible?

Nosotros le decimos que le vamos a cortar las uñas, le cogemos la manito con delicadeza y se las cortamos. Ni más ni menos. Se queda extasiado mirando la operación, incluso las de los pies.
No deja de sorprenderme que tantísimas madres se quejen de lo mal que lo pasan cortando las uñas a su progenie, porque no sé si es que yo soy una suertuda o ellas un poco exageradas. Que no dudo que haya niños que parezcan poseídos cuando se las vas a cortar, pero como no me encontré con ninguno pues claro...

Ahora con 9 meses, hasta quiere jugar con el cortauñas, por supuesto no le dejamos, faltaría más, pero es algo que lo ve tan cotidiano que no le causa trauma o terror alguno.
Ahora que también os digo, la lima es misión imposible. Con que le queden cortas y ni se inmute de momento me conformo.

Y a vosotras...¿Os ha sido difícil cortarle las uñas a los peques? ¿Se dejaban o aprovechábais las siestas?